DOS MUJERES PARA LA HISTORIA
LITERARIA
No sé de qué hablar... ¿De la muerte
o del amor? O es lo mismo... ¿De qué?...
...Nos habíamos casado no hacía
mucho. Aún íbamos por la calle agarrados de la mano, hasta cuando íbamos de
compras... Yo le decía: “Te quiero”. Pero aún no sabía cómo le quería... No me
lo imaginaba... Vivíamos en la residencia de la unidad de bomberos, donde él
trabajaba. En el piso de arriba. Y
otras tres familias
jóvenes, con una
sola cocina para
todos. Y abajo,
en el primero, estaban los
coches. Unos camiones
rojos de bomberos.
Éste era su
trabajo. Yo siempre
estaba al corriente: dónde se
encontraba, qué le pasaba.
En
medio de la
noche oí un
ruido. Miré por la ventana.
Él me vio:
“Cierra las ventanillas
y acuéstate. Hay un incendio en la central. Vendré pronto”.
No
vi la explosión.
Sólo las llamas.
Todo parecía iluminado... El
cielo entero... Unas
llamas altas. Y hollín. Una calor horrorosa. Y él seguía sin regresar.
El hollín era porque ardía el alquitrán; el
techo de la
central estaba cubierto
de asfalto. Sobre el
que la gente
andaba, como él
después recordaba, igual que sobre resina. Sofocaban las llamas. Tiraban
el grafito ardiendo con los pies... Se fueron sin los trajes de lona; se fueron para allá tal como iban, en camisa.
Nadie les avisó; los llamaron a un incendio normal...
Las cuatro... Las cinco... Las seis...
A las seis nos disponíamos a ir a ver a sus padres. A plantar patatas. De
la ciudad de
Prípiat hasta la
aldea Sperizhie, donde
vivían sus padres,
hay cuarenta kilómetros. A
sembrar, arar... Era su trabajo favorito... Su madre recordaba a menudo cómo ni
ella ni su padre querían dejarlo marchar a la ciudad; le construyeron incluso
una casa nueva. Pero se lo llevaron al ejército. Sirvió en Moscú, en las tropas
de bomberos, y cuando regresó sólo
quería ser bombero. No quería ser otra cosa. (Calla)
A
veces me parece
oír su voz...
Oírle vivo... Ni
siquiera las fotografías
me producen tanto efecto como la voz. Pero no me llama
nunca... Y en sueños... Soy yo quien lo llamo...
Estás leyendo a Svetlana
Aliexievich, la nueva Premio Nobel de Literatura 2015, porque, como la
Academia Sueca ha reconocido, su obra “hace un monumento al sufrimiento y al
coraje en nuestro tiempo".
Esta obra, titulada Voces de
Chernóbil. Crónica del futuro (1997, publicado en España en 2006) es una de las
más desgarradoras. Es también autora de
La guerra no tiene rostro de mujer, en la que se centra en las mujeres que
combatieron en las filas soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial y Zacharovannye Smertiu (Cautivados por la
muerte) sobre los suicidios de quienes no habían podido sobrevivir al fin de la
idea socialista.
La obra de esta escritora ucraniana se
caracteriza por ser una voz profundamente crítica con la antigua Unión
Soviética y con las secuelas que ha dejado en sus habitantes.
Otro rostro de mujer lleva el
Premio Planeta 2015, el mejor dotado de las letras españolas. La escritora
albaceteña Alicia Giménez Barlett es su ganadora, la llamada “dama del crimen”.
Con ella se ha dado a la novela negra el lugar que merece. Ya ganó en 2011 el
Premio Nadal por Nadie quiere saber, una novela que encumbraba a su famosa detective
Petra Delgado.
La negra historia con la que ganó este vez es la de Javier e Irene, un
profesor en paro y una empresaria abandonada. Ambos viven profundas crisis
personales que acaban en el mundo de la prostitución masculina...
No hay comentarios:
Publicar un comentario